Trinidad Gan (Granada, 1960)
Con cada paso explota las burbujas
que el aguacero traza en el asfalto.
Huye, aunque no ve quién la persigue.
Sólo vaga en el viento la sospecha
de una respiración cada vez más cercana.
La nota en las ráfagas de los coches,
en el súbito aullar de una ambulancia,
en el lejano y rojo balbuceo
de la otra acera, rostros con semáforo.
La noche cambia a verde sus ojos de felino.
Cuando cruza la calle
y espera en la parada, sola,
cree encontrar al fin refugio
tras el cristal donde gotea,
en puzle roto, su propio reflejo.
Aún vigila, a su espalda,
por miedo a descubrir una sombra al acecho.
¿O tal vez era sólo ella misma
ese animal mojado que parecía cercarla?
Cierra los ojos y desaparezco.
Nadie va abriendo en ondas
la multitud del agua.