ELENA MARTÍN VIVALDI
Te llamaba con el sol,
Con la luna te llamaba,
Con la lluvia: cielo gris,
Sospecha de una esperanza.
Por el viento, por la flor,
Por la brisa, por las ramas
Del almendro, por la nieve
De las cumbres y montañas.
Te llamaba.
Te perseguí por la tierra,
Balcones, calles y plazas;
Por la noche, por el día
Por torres y por campanas.
Te busqué con mi sonrisa,
Con mi llanto, tras la vaga
Luz de una aurora indecisa,
Despertando mi nostalgia.
Te buscaba.
Te espié desde la nube,
Desde el ruiseñor, la acacia;
Desde el llorado Jacinto,
La azucena colegiala.
Con la hormiga, el caracol,
Con el gallo de alborada;
Y con el grillo que insiste:
Sueños que a la noche clava.
Te espiaba.
Te pensé cuando seguían
Mis pasos rutas de infancia,
Junto a los libros de texto,
Por latitudes y mapas.
Entre el otoño amarillo,
El invierno, y desde cada
Primavera, que a la cita,
Fiel y constante, no falta.
Te pensaba.
Te nombré con tantos nombres:
Sí, no, sí ¿Dónde la exacta
Definición de ti mismo
Escondía la palabra?
Desde el umbral del dolor
La dicha ya te anunciaba.
¿Ay, ganado amanecer,
horizonte de mi llama!
Te nombraba.
Te esperé desde lo inmenso
De mi soledad. ¡Qué larga
Ausencia de no saberte
Sabiéndote por mi alma!
Te esperaba.