Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945)

Dispuso sus cabellos,  
sacudió las pavesas oscuras de los ojos,  
midió sobre sus yemas una brizna rosada,  
soltó la falda triste   
y apareció desnuda.

Ni diosa, ni dulce ni serpiente.

La verdad de su carne,
sola en lluvia o en tacto.
Memoria de la hierba,   
desde el talón tensada.

Alisó una última   
estela fervorosa   
y supo, inexorable, que no existe   
Paraíso o espadas.

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