Encarna León (Granada, 1944)
Hoy, primero de noviembre,
la palabra invierno se ha dejado ver
tras los cristales.
Llueve con un tamiz fino,
sugerente y hermoso.
El gris, a lo lejos, lleva
ceniza de nombre, de hogar,
de incertidumbre y palmera.
Ella permanece erguida y agradece
a la lluvia su baño generoso.
Es noviembre y sus letras
encierran historias de misterio.
La N, evoca naufragios de otros
tiempos lejanos con sencilla
mansedumbre de fiesta.
La O, es el pozo, pretil de adviento
que llama con aromas de incienso
y de estrellas.
Con la V, viaja más allá de abiertos
horizontes donde los brazos tejen
canciones como ascuas,
como lazos de encendidos encuentros.
La I, parece un velero impulsado
por aires de zambomba sonora
y la E, un collar anudado de esperanza.
La M, es barca de reposo
ondulada de sol y salitres amados
que vienen a poblar las manos
de vendimia.
Con la B, bebe el néctar
de todas las aceras que recogen
pasos de una infancia crecida.
Es la R, risa, alegría que enciende
hogueras de ilusión por todos
los rincones.
Y su última letra,
nuevamente la E, la transporta
a ese sueño de neblina azulada
un tanto inalcanzable.
Es noviembre y es la lluvia,
el candor del recuerdo, el paisaje
marino clavado en la mirada.
Es el frío que llega dispuesto a encender
corazones a pesar de lluvia.
de Esta espera de ave (2018)