María Rosal (Córdoba, 1961)
Nuevo en el instituto.
En su manos nos tiene controlando la puerta,
el timbre, los accesos.
Con amargo desdén nos trata a todos.
Una rosa de esparto incendia sus ojeras.
Junto al panel de llaves
florece un lirio negro en su garito.
Yo no sé qué ha pasado
con esta flor de angustia
que eludimos hacer las fotocopias.
Produce escalofrío el aroma de ciénaga,
sus pétalos de sombra.
Nos mancha la tristeza de este hombre.
Si se habrá vuelto loco.
Nos exige
una fría moneda entre los dientes
si queremos pasar. La profesora
de latín, que sabe lenguas muertas,
le sonríe. Acaricia su espalda
con las uñas de acero, largas uñas de gata
del color de la sangre. Y le llama Caronte
cuando nadie los oye.